A lo largo de los siglos, de la importancia que para el hombre iba tomando la cría apícola, dan fe muy diversos autores de la antigüedad que, como Aristóteles, Catón,Varrón, Plinio, Columela o Peladio, se ocuparon en sus obras de la abeja En el año 300 antes de Cristo, Aristóteles trataba en sus obras de la crianza de las abejas. Los primitivos Romanos, Etruscos y Sabinos ya usaban la miel como alimento.
Los romanos empleaban colmenas hechas con mimbres, corteza de alcornoque, corcho o recipientes de barro cocido. Parece que no solían practicar el apicidio, sino que explotaban la enjambrazón artificial e incluso usaban ya el principio del panal móvil que constituye el principio de la explotación racional, limitada naturalmente a los medios de
que disponían.
A finales del siglo II antes de Cristo, citan los autores griegos las primeras
colmenas artificiales. Desde entonces ha habido un gran interés en conseguir buena cosecha de miel, puesto que cada vez se le encontraban nuevas aplicaciones.A medida que pasaba el tiempo notaron que el sabor de la miel era distinto.
La actividad apícola, es decir, la producción controlada y orientada a la extracción de la miel como una actividad más del calendario agrícola, se viene interpretando como una actividad complementaria, con cuyo desarrollo se consiguen rentabilizar mayoritariamente las zonas de escasa productividad agrícola.
“Sobre el rendimiento económico… tengo como autoridad… a nuestro amigo Varrón, a quien le oí decir que él había tenido en Hispania a dos soldados, los hermanos Veyanio, ricos propietarios de la región de los faliscos; estos, al dejarle su padre una casita de campo y una parcela ciertamente no mayor de una yugada, había hecho colmenas alrededor de toda la casa, y, en el huerto, que tenían, habían plantado lo restante con tomillo, codeso y toronjil…
Estaban acostumbrados, pues así hacían para equilibrar las ganancias, a no recibir menos de diez mil sestercios de la miel, pues decían que preferían esperar un comprador hasta el tiempo conveniente antes que con prisa en otro momento.” (Varrón, 3, 16, 10-11)
En Hispania, los celtíberos ya exportaban miel y cera.
La miel en época romana era el alimento edulcorante y energético por excelencia, y sus propiedades antisépticas la hacían de igual modo idónea para utilizarla en la conservación de frutos. Se empleaba además en la elaboración de salsas para acompañar las carnes y en repostería; en el mundo de la medicina y en la cosmética.
La miel era un producto que se ofrecía en las libaciones a los dioses y en las ofrendas a los difuntos. Ovidio escribió en los Fastos que el dios Baco había descubierto la miel por lo que se le ofrecían tortas hechas con ella el día de su fiesta:
“Se hacen tortas para el dios porque también él se alegra con los juegos dulces y se dice que Baco descubrió la miel.”
La cera servía para el alumbrado de calidad y para encerar maderas o papiros. La tablas de cera se empleaban para escribir con un stilus y se utilizaban para escribir notas y tareas escolares. También se empleaba en ungüentos como el ceratum de Galeno, realizado con aceite, cera y agua de rosas.
“El fruto de la cera, aunque de poco valor, no ha de pasarse en silencio, siendo su uso necesario para muchas cosas. Los restos de los panales, así que se han exprimido y se han lavado bien en agua dulce, se ponen en una caldera de cobre y echándoles agua por encima se derriten al fuego. Luego, se derrama la cera sobre paja o juncos y se cuela, se cuece de nuevo y se echa en moldes, mojados en agua previamente, una vez cuajada se saca porque el agua impide que se pegue."
Las abejas también proporcionaban el propóleo, que resultaba de las resinas de las plantas enriquecidas con la digestión láctica del polen y de las secreciones de las abejas. Servía para proteger a la colmena del exterior y se utilizaba para aliviar inflamaciones y dolores y aplicar en heridas abierta. Los legionarios llevaban unas bolsitas de propóleo en sus campañas para su uso personal.
Mel vernum era la miel de primavera que se obtenía de panales elaborados con sustancias procedentes de las flores y se recolectaba en Mayo.
Plinio consideraba la miel de verano, mel aestivum, brillante como el oro, la mejor siempre que no estuviera adulterada. La miel silvestre, recolectada en los bosques y procedente del esparto, la retama, el madroño, el brezo, el castaño y las hortalizas, se recogía tras las primeras lluvias de otoño. Columela la creía de peor calidad y era poco aceptada y su empleo prácticamente industrial.
La miel villaticum obtenida en las granjas se libaba sobre las flores de legumbres y plantas de abono.
“El néctar del tomillo da miel de sabor superior. De segunda categoría, el tomillo real, el serpol y el orégano. Y de tercera categoría, el romero y la ajedrea. Las demás como el madroño y las legumbres, dan a la miel un sabor áspero.”
Primero se obtenía la miel mel optimus, dejándose escurrir los panales; segundo, se prensaban los panales para extraer la miel que restase en su interior, mel secundus, de inferior calidad.
Una vez prensados los panales se podía aún realizar un lavado de los mismos con agua templada, del cual se conseguía un líquido dulce utilizado en la preparación del hidromiel y vinos melados.
… de corcho, porque no estarían muy frías en el invierno ni muy calientes en el verano (…) si no hubiere (…) se harán con mimbres entretejidos; y si estos no se encuentran se fabrican con troncos de árboles excavados. (…) Las peores de todas son las de barro cocido, ya que se encienden con los calores del estío y se hielan con los fríos del invierno. Las demás especies que hay de colmenas son dos, unas que hacen con boñiga y otras se construyen con ladrillos.En lo que se refiere a la ubicación de los colmenares parece ser que el lugar idóneo debía ser cercano a las zonas de vivienda, resguardado del frío y del calor, debiendo existir agua en las zonas próximas, así como plantas aromáticas y árboles frutales.
“En primer lugar, la mejor situación (para las colmenas) es al lado de la casa de campo, donde no resuenen los ecos, donde el aire sea templado, no ardiente en verano y soleado en invierno, que mire principalmente a la salida del sol en invierno y que tenga cerca esos lugares donde el alimento es abundante y el agua limpia. (Varrón, 3, 16)
“Pidiéndome epigramas vivos, me propones temas muertos. ¿Qué se puede hacer, Ceciliano? ¿Quieres que te produzcan miel del Hibla o del Himeto y le pones tomillo de Córcega a una abeja cecropia? (Marcial Epi. XI. La miel más reconocida era la del Ática, producida por los panales del monte Himeto y la seguía la del monte Hibla en Sicilia. Ambas por la excelencia del tomillo. Otras mieles procedían de África, Italia e Hispania.
“Pero así como el codeso es lo mejor para la salud de las abejas, el tomillo lo es para hacer la miel. Por esta causa la miel de Sicilia se lleva la palma, porque allí el buen tomillo es abundante. Por eso algunos machacan el tomillo en un mortero, lo deslíen en agua tibia y con él rocían todos los planteles sembrados para las abejas.” La miel de algunos lugares puede ser tóxica por las flores y plantas de las que liban las abejas. Plinio citaba la flor del rododendro, azalea y adelfa.
“En el país del Sanni, en la misma parte del Ponto hay otra clase de miel, que por la locura que produce, ha recibido el nombre de maenomenon. Este efecto maligno es generalmente atribuido a las flores del rododendro, las cuales abundan en estos bosques, y esta gente aunque rendía homenaje a los romanos con la cera, no sacaba ningún provecho en absoluto de su miel, por las consecuencias de sus peligrosas propiedades.”(Plinio, H.N. XXI, 45)
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