sábado, 15 de abril de 2017
domingo, 9 de abril de 2017
LAS 10 REGLAS DE ORO DEL APICULTOR
No hay vidas pequeñas:
cuando la miramos de cerca, toda vida es grande (M. Maeterlinck).
Apoyándonos en algunos refranes apícolas que condensan, clarifican y resumen por sí mismos muchas enseñanzas sobre las abejas, queremos en este capítulo destacar algunas reglas o principios, a modo de pequeños consejos y orientaciones, que señalen el camino a seguir en las tareas con nuestras amigas las abejas. Se trata de diez reglas que pueden ser muy útiles, especialmente, para los apicultores menos abezados.
1.- Familiarízate con las abejas y trátalas siempre con cariño, estudia sus reacciones y no quebrantes nunca sus tendencias naturales La apicultura supone estudio, dotes de observación y mucho amor a la naturaleza; exige mucha práctica, por lo que el contacto con las colmenas y las enseñanzas de un buen apicultor son el medio más eficaz para tener éxito con las abejas. Un dicho popular pone de relieve lo que antecede: “Todo apicultor debe tener a las abejas en su mano, en su corazón y en su cabeza”. En la mano para manejarlas, en el corazón para amarlas, y en la cabeza para entenderlas. - Cuida tus abejas sin torcer sus costumbres y verás tus colmenas en las cumbres. - Si tu vejez quieres disfrutar, atiende un colmenar. Abejas sobre mano - Quien sin saber de abejas se mete colmenero, gasta tiempo y paciencia, y pierde su dinero. - Del quehacer de las abejas sacarás buenas consejas (consejos) - Sólo pica la abeja a quien torpe la maneja - No pica la abeja a quien en su paz la deja - Cosa es indiscreta, meterse en un colmenar sin careta.
2.- Analiza y observa las condiciones climáticas y el tipo de plantas de la zona donde pretendes emplazar tu colmenar Cada zona tiene un clima concreto que viene determinado por las variaciones de temperatura, humedad, vientos, etc., y que genera unos recursos peculiares de néctar y polen. El conocimiento de esos factores te ayudará a tomar decisiones acertadas. La intervención del apicultor en el momento adecuado y las buenas condiciones medio ambientales constituyen la clave del rendimiento apícola. - Colmenar sin experiencia y cordura, poco dura - Colmena y conejo, en monte viejo - Pan de Bamba, molletes de Zaratán, ajos de Curiel, quesos de Peñafiel, y del Cerrato la miel (Lugares cerca de Valladolid) - La abeja, unas flores escoge y otras deja.
3.- Elige correctamente el emplazamiento de tus colmenas Este debe ser seco y soleado, orientado al mediodía y protegido de fuertes vientos. Para evitar la humedad conviene que las colmenas estén separadas del suelo mediante soportes de ladrillo, bloques de cemento, etc. Así se reduce el consumo de provisiones y se evita la aparición de enfermedades. - Abeja y oveja, a sombra de teja - Antes de sacar tu capa, muy bien la colmena tapa - Cuida bien tus colmenas y te enriquecerán la alacena.
4.- Visita el colmenar con frecuencia y “a tiempo”, no “cuando tengas tiempo” De todas formas, descarta los días nublados, lluviosos, fríos o de intensos vientos. Acude, especialmente, en caso de cambios climáticos adversos y al observar en los colmenares próximos el menor síntoma de epidemia. Procede siempre con tranquilidad, ahumando levemente por la piquera antes de empezar. Nada de golpes ni movimientos bruscos. Las mejores horas para actuar son de 9 de la mañana a 12 y de 2 a 5 de la tarde porque es cuando las abejas recolectoras de néctar están en el campo. No olvides nunca que las abejas son animales muy agradecidos: una ayuda en el momento preciso y, si acompaña la meteorología, tu intervención será ampliamente recompensada. El que se limita a recoger los enjambres en primavera y apoderarse de la miel en otoño ni es apicultor ni obtendrá nunca miel. - Castra tardío, enjambra temprano, harás colmenar lozano - Boca que come miel no escupe hiel - Si a la abeja ves beber muy pronto verás llover - Quien al trabajo no vuela como la abeja, al final hambre pasa y va de cabeza
5.- Haz todo lo posible para que tus colmenas estén siempre bien pobladas Para ello, si es preciso, reúne varias colmenas débiles pues es mejor tener pocas colmenas “fuertes” que muchas “débiles”. En cualquier caso, distribúyelas racionalmente, en función de las floraciones y abundancia de néctar de la zona. - Muchas abejas, mucha miel; mucha miel, muchas abejas - Las abejas a más miel, menos hiel - Hace más un buey que cien golondrinos
6.- Procura que todas las colonias tengan reina joven (menos de tres años) , de calidad (mansa, resistente a enfermedades, poco agresiva, con débil instinto de enjambrazón, etc.) Como ya indicamos al principio, cuando la reina es joven tiene el abdomen fino y corto, por lo que se mueve con gran agilidad. Al envejecer, sus alas se desgastan y su cuerpo pierde el pelo. La calidad de la reina se refleja en la cantidad de cría ( en primavera tiene que haber cinco o seis panales cubiertos de cría de todas las edades) y en la disposición de la misma (que sea compacta y no diseminada). Si no es así, la reina es vieja o está enferma y hay que sustituirla cuanto antes. La reina tiene que ser joven y de calidad - No hay colmena mala si hay una buena reina - La reina que joven es, muchos súbditos puede tener - Reina joven, gran cosecha
7.- Controla la enjambrazón natural Si lo que pretendes es obtener buenas cosechas de miel, tienes que impedir la enjambrazón. Para ello, debes tomar alguna de las siguientes decisiones: formar pronto un enjambre artificial, dejar buena ventilación retirando la piquera, incorporar alzas para dar más espacio a la colonia, destruir las celdas reales, etc. En los colmenares tradicionales de hornillos estas operaciones son difíciles de realizar, por lo que suelen enjambrar mucho. - No se puede comer tortilla y echar a pollos - Si quieres sacar colmenas, sácalas por las candelas; si quieres sacar miel, sácala por San Miguel - El día de San José, mi colmena cataré - Año de enjambres, año de hambres.
8.- Consigue que las colmenas tengan el mayor número de abejas en la época de máxima floración (gran mielada): A tal efecto puedes estimular la puesta de la reina a partir de febrero, suministrando a las colmenas un alimento suplementario tipo agua miel o “candi”. Para evitar el “pillaje”, hazlo al atardecer procurando que no se derrame fuera de la colmena. Si puedes, traslada las colonias para aprovechar floraciones concretas. - Agua en agosto, miel y mosto - Cada abeja viva y coma en su colmena, y no fisgue por la ajena - Si quieres miel y cera, llévame caballera (hace referencia al traslado de colmenas en caballerías) - El sol de verano ablanda la cera y endurece el barro - Tráeme caballera, y darte he miel y cera.
9.-Deja suficientes provisiones de miel para el invierno Cada colmena necesita alrededor de 15 kilos. Si hay que reforzar alguna colmena, conviene hacerlo a finales del verano o al principio de la primavera, pues en esos momentos las abejas están aún activas y pueden almacenarlo en los panales - La abeja que miel te da, también tiene que yantar; al meter la catadera, piensa lo que has de dejar - La abeja y la oveja por abril dan la pelleja - En el abejar, no todo es melar - Todos hacen sopas en la miel, y el modorro melero también.
10.- Detecta precozmente la aparición de cualquier enfermedad Las abejas están expuestas a muchas epidemias que si no se atajan a tiempo pueden acarrear daños irreparables en el colmenar propio y en el de los vecinos. La máxima debe ser: Diagnóstico precoz y tratamiento preventivo mucho mejor que remedio curativo.
Félix Herrero García
LA CERA DE ABEJAS
HISTORIA:
La cera de abejas es un producto obtenido de las colmenas, que se ha utilizado tradicionalmente: para fabricar velas, como recubrimiento impermeabilizante, como agente moldeable en joyería, tablillas de escritura, esculturas y similares; y como espesante y vehículo de administración de cosméticos y colores y de remedios grasos en la farmacopea tradicional, “ceratos”. Antiguamente se creía que era de origen vegetal. Los griegos (344 y 342 AC) escribieron que las abejas la raspaban con sus mandíbulas de los pétalos de las flores y que recogían secreciones gomosas de algunos árboles y lo llevaban en las patas a las colmenas. Varro (116 a 27 AC), romano, publicó una lista de plantas de interés apícola, y en ella figuraban algunas como productoras de polen, y el olivo como productor solo de cera. Posteriormente este concepto fue evolucionando y, sin descartar su origen vegetal, se incorporó el concepto de que las abejas hacían alguna elaboración de esa base. Finalmente, Hornbostel y Thorley, en 1744, escribieron que “las escamas salen del cuerpo de las abejas”. Este conocimiento científico, sin embargo, no fue de plena aceptación hasta 1792 con el suizo Huber. El año 1851 marcó el punto de declive de la apicultura fijista, cuando Langstroth construye sus primeras colmenas de panales móviles, y publica, en 1853, el primer libro de apicultura en Estados Unidos, que difunde su sistema. Este hecho genera, en todo el mundo, una gran cantidad de avances que posibilitan una apicultura cada vez más técnica, más profesional y económicamente más rentable. Uno de esos avances es el inicio de la producción de cera estampada por Mehring, en Alemania, en 1857. Lo que inicia el proceso de que la mayor parte de la producción de cera de abejas vuelva a ser consumida por el sector apícola, ahorrando a las abejas la construcción de panales nuevos cada año y, por consiguiente, aumentando la producción de miel.
PRODUCCIÓN POR LAS ABEJAS:
La cera de abejas es un producto segregado por las abejas de entre 12 y 30 días de edad (puntualmente de otras edades en ausencia de estas), en forma de pequeñas escamas redondeadas, en 4 pares de glándulas que tienen en la parte inferior de los 4 últimos anillos del abdomen. El organismo de las abejas la “fabrica” a partir de los componentes de la miel, con la ayuda de determinadas sustancias del polen, que actúan como activadores del proceso. Las fases, de este proceso, simplificadas, son: las abejas comen miel, y en el intestino se absorben las moléculas de los azúcares (de 6 carbonos). De allí pasan al interior de su cuerpo, donde son transformados en fragmentos pequeños (de 2 carbonos). Luego, en las glándulas cereras, se recombinan de diferente manera para formar por un lado los ácidos grasos y los hidrocarburos (de entre 14 y 41 carbonos), y por otro los esteres y los alcoholes de la cera (de entre 28 y 54 carbonos). La mezcla de estos productos es lo que conocemos como cera de abejas. La fabricación de cera a partir de la miel tiene un costo de entre 4 y 12 Kg de miel por cada Kg de panal construido por las abejas. Parte de este costo es el cambio químico que se produce en el organismo de la abeja de los componentes de la miel a los de la cera. La otra parte es que para moldear la cera y hacer los panales se necesita una temperatura de “moldeo”, unos 40º C; para conseguirla las abejas se agrupan en cadenas y racimos en las zonas de trabajo y “tiritan”, “queman miel”, transforman la miel en calor, creando puntos de trabajo de la cera. Cuando la temperatura externa es alta el “escalón térmico” hasta los 40º C de moldeo de la cera es pequeño, y las abejas la trabajan con facilidad. Pero cuando la temperatura externa es baja se hace más difícil subir ese “escalón térmico”, y la producción de cera tiene un costo energético (en miel) más elevado.
De las glándulas abdominales de la abeja la cera sale, pues, la cera en escamas, que las abejas capturan con su tercer par de patas y llevan a la boca. Allí las moldean con las mandíbulas y pegan unas con otras, mediante un disolvente que segregan en sus glándulas mandibulares, para construir las paredes de las celdillas, que forman los panales (como hacemos nosotros con los ladrillos para construir paredes y casas) La construcción de las celdillas es simultánea en las dos caras del panal, y tiende a imbricar las de una cara con las de la otra, siguiendo, en nuestras abejas, generalmente un patrón “vertical”; el segundo en importancia es el “horizontal”; el “inclinado” y el de “roseta” son los menos frecuentes.
Es curioso que el patrón vertical sea el preferido en nuestro clima, cuando ofrece menos fortaleza, menos resistencia a la tensión (se derrumba antes con el calor,...), que el patrón horizontal. Quizás, para las abejas como especie, es más eficaz la reproducción de los enjambres que tienen métodos de conservar la tempera interna en sus límites razonables (< 40º C) mediante el mantenimiento de un espacio correcto entre panales, una ventilación adecuada... que la reproducción de los enjambres que hacen un panal más resistente y no tienen esos comportamientos. O quizás es que la industria del estampado fabrica mayoritariamente esa orientación y las abejas se limitan a construir en la dirección que les marcan. La construcción de los panales varía, además de con la temperatura externa y la disposición de miel y polen (o alimento), con las instrucciones hereditarias de las abejas (hacer agujeros al medio o no,...), con el espacio disponible y con la orientación de los campos magnéticos que perciben las abejas. Finalmente tendremos un panal, más o menos oscuro dependiendo de la dieta de las abejas (tipo de flora), que tendrá una cierta cantidad de propóleos (alrededor del 1 %) en la parte superior para darle más resistencia, y que se utilizará en la colmena para almacenar las reservas, de miel y polen, y para la cría de nuevas abejas.
Cuando la abeja cría en una celdilla cada larva que pupa hila un capullo, que queda pegado a la pared después de su nacimiento. Con este proceso las celdillas del área de cría se van estrechando y ennegreciendo, lo que presenta varios problemas para la explotación: ¸ no trasmite bien la temperatura de una cara a la otra, ya que las “camisas” hacen de aislante, y la cría necesita 35º C, temperatura que generan las abejas en los pasillos, pero que se ha de transferir a toda la cámara de cría ¸ la acumulación de “camisas” y su estrechez hace que la limpieza sea más difícil, siempre hay más enfermedades en colmenas con cuadros de cera vieja ¸ la polilla cría mucho mejor en esos panales, ya que sus larvas se alimentan de los restos que hay en la cera (polen, proteínas de las “camisas”...) y no de la propia cera, como demuestra el que no prospere en los paquetes de láminas. En la naturaleza parte de esa cera vieja se enmohece en la invernada, y las abejas la roen y expulsan en la primavera y la sustituyen por otra nueva.
LA INTERVENCIÓN HUMANA:
En las explotaciones apícolas la cera de abejas es un producto que puede tener dos orígenes: - de opérculos, del sello que cierra las celdillas de miel - de panales, bien de renovación de panales, de sustitución de los ya viejos, o bien de bajas, de colmenas que han desaparecido por cualquier causa. frío, hambre, varroa... Generalmente se almacena sin más y se vende a los industriales cereros para ser recuperado como láminas. A veces se hacen procesos de extracción y separación de la cera del resto de los componentes del panal: miel en la cera de opérculos, y camisas de la cría, miel y polen en la cera de panales.
CERA DE OPÉRCULOS:
La cera de opérculos se presenta más o menos melada a la salida de la extracción de miel. Cuando está recién extraída se puede separar bien de la miel por centrifugación, cuando pasa el tiempo parte de la miel cristaliza sobre la superficie de los opérculos y la separación es más difícil. En este caso puede separarse más o menos mediante la aplicación de calor; pero se ha de procurar que no sea excesivo, para evitar la pérdida de aromas que la harán menos atractiva para su uso posterior con las abejas. A veces se lavan los opérculos con agua para arrastrar la miel, y el agua melada obtenida se deja fermentar para hacer vino o vinagre de miel o se cuece (hasta la reducción suficiente de volumen, con la consiguiente caramelización de los azúcares) para hacer arrope; al arrope suelen añadirse trozos de calabaza endurecida en cal. La cera de opérculos es la más clara que hay en el mercado y la más apreciada por el apicultor, ya que no tiene tanto deterioro como la de panal en su conservación y procesado. Y, lo que es muy importante hoy día, no acumula residuos de los tratamientos efectuados a las colmenas con acaricidas contra varroa ni ningún otro agente. Sin embargo es menos elástica que la de panal, y da láminas más quebradizas (independientemente del proceso de fabricación). Generalmente, para hacer láminas, se usa mezclada con la de panal.
CERA DE PANAL
Lo que llamamos panal de cera tiene una composición compleja, que cuando se retira de la colmena puede ser alrededor del 50 % de cera y el resto de impurezas (camisas, polen...) El panal de cera puede deteriorarse con bastante facilidad, tanto en el almacenamiento, como en los procesos de extracción y separación de la cera, se han de tener en cuenta las condiciones de conservación de las características propias del producto. El panal de cera puede enmohecerse, enranciarse y puede ser atacado por polillas, ratones... Para evitar estos problemas debe procesarse rápidamente, o conservarse en lugar adecuado con, a lo sumo, fumigación con vapores de azufre. Algunos problemas con las láminas vienen de que, para conservar los panales y evitar deterioros, se añaden sustancias contra la polilla (plaguicidas...) que después actúan contra las abejas. En el proceso de fundición, para recuperar la cera del panal, puede someterse a temperaturas excesivas, que deterioren sus componentes, dando una cera menos atractiva para las abejas. Si el prensado, filtración y decantación no son correctos el cerón puede llevar impurezas del panal: propóleos, restos de camisas..., por ello es conveniente una buena decantación de la cera líquida sobre agua caliente, para que las impurezas bajen al agua y quede arriba la cera limpia. Esta decantación, junto con las temperaturas alcanzadas en el procesado y la propia estructura de la cera (que engloba las esporas, “emparedándolas”, sin dejarlas salir), hacen que haya, por un lado una eliminación de las posibles esporas de enfermedades de las abejas (loques, micosis...) y por otro una inmovilización. Es, pues, bastante improbable, la trasmisión de enfermedades a través de la cera estampada; no así a través de los panales de cera estirada, cuya superficie es un reservorio de los microorganismos con que ha estado en contacto la abeja de esa colonia, y, por tanto, debe huirse de su reutilización directa si existe la más mínima duda de falta de sanidad en la colmena de que procedan.
LÁMINAS DE CERA:
Como se ha comentado la mayoría de la cera de opérculo y de los cerones de panal se usan para hacer láminas, generalmente mezclando los dos tipos. Hay dos tipos de procesado a láminas, en el automático se funden los cerones limpios y se deja caer un chorro de cera fundida sobre dos rodillos que llevan los hexágonos de las celdillas impresos. Los rodillos giran en direcciones contrarias, y están refrigerados por un chorro de agua jabonosa, que favorece el desprendimiento de la cera después. Se forma así un lienzo de cera estampada de grosor graduable (separando más o menos los rodillos) y que es arrastrada hacia una mesa de corte, en la que se colocan las cuchillas de manera que salgan láminas del tamaño prefijado. Este mecanismo de fabricación da láminas más rígidas, que se rompen fácilmente en frío. En el procesado semiautomático la cera fundida forma primero un rodillo liso, que después se pasa a la máquina impresora de los hexágonos y a la mesa de corte. Esta cera es más flexible que la anterior, aguantando golpes sin romperse cuando hace frío. En el proceso de fundición de la cera para hacer las láminas, o para la preparación de los cerones, pueden añadirse a las ceras de abejas diversos tipos de ceras artificiales (parafinas de alto punto de fusión, ceras microcristalinas...). Esto es un peligro, ya que hay una acumulación de estas sustancias que pueden llegar, en algún momento, a hacer que las abejas rechacen la mezcla. Por ejemplo, si se puso en una colmena una lámina que pesaba 100 g. con un 6 % de parafina, la lámina ya estirada pesará unos 200 g. (las abejas no solo estiran, también añaden cera); y cuando el panal sea viejo pesará unos 400 g. (camisas, polen...). Cuando se funda ese panal se recuperarán 200 g. de cera con un 3 % de parafina; si se añade un nuevo 6 % en el siguiente procesado el resultado será una partida de láminas con el 9 % de parafina; y así sucesivamente. Con frecuencia los apicultores achacan a mala calidad de las laminas los problemas de estirado, pero no siempre es así. A veces se utilizan láminas viejas, o mal conservadas, que han perdido su atractivo para las abejas (lo mejor es utilizar siempre las del año). Además, se ha de tener en cuenta que, para que las abejas estiren las láminas y hagan panales hace falta, como ya se ha comentado, buena temperatura y comida: miel y polen. Y también hacen falta abejas cereras, nacidas de unos 15 días antes, y que sean numerosas. Si falta cualquiera de estos elementos la construcción de panales no se hará o se hará de una manera deficiente.
IDENTIFICACIÓN DE LA CALIDAD:
Conocer la calidad de una cera de abejas requiere de unos análisis, unos más complicados que otros, que pueden darnos información a ese respecto. Un análisis sencillo es el del punto de fusión. La cera de abejas funde a 63 - 65º C, si no es así hemos de sospechar la mezcla con sustancias de punto de fusión diferente. Aunque hoy día este método ha perdido fiabilidad, ya que hay en el mercado parafinas de punto de fusión semejante al de la cera, cuya mezcla no se detectaría por este método. Un análisis de índices de acidez o de peróxidos nos daría información de si esa cera ha estado bien conservada o si se ha dejado enmohecer y oxidar en el almacenado en panal. La mezcla con otros productos (ceras microcristalinas o parafinas, principalmente) puede ser averiguada porque en análisis de identificación de componentes aparecen compuestos (hidrocarburos, ácidos grasos...) que no son típicos de la cera de abejas. El control de residuos, sobre todo de acaricidas utilizados contra varroa, pero también de sustancias utilizadas por los apicultores para evitar ataques de polilla, aún no se ha generalizado, excepto en las partidas destinadas a cosmética o farmacia. Pero es sencillo, aunque caro, realizar análisis que detecten estas sustancias.
OTROS USOS NO APÍCOLAS:
Aunque la cera de abejas ha sido desplazada por las sintéticas de muchos usos industriales, a veces por sus mejores cualidades y a veces por sus mejores precios, sigue teniendo otros usos, aparte del apícola. Los principales son: ¸ Cosmético y Farmacéutico: entra en la composición de pomadas y cremas, como base grasa y como espesante. En este caso suele utilizarse cera de opérculos, de la mejor calidad, para evitar problemas de residuos y de alergias. En las farmacopeas se describe incluso la utilización de cera de abeja blanqueada (decantada en gotas sobre agua...). El uso mayoritario en este campo es la cera de depilar, que es una mezcla de cera de abejas con resinas.
Impermeabilización y protección: para recubrir cordones de costura en zapatería, cartonajes..., incluso en algunas culturas la carne seca (tipo mojama). En la fabricación de betunes y cremas de zapatos. Para proteger recipientes del ataque de los ácidos de los zumos de frutas y de otros agentes corrosivos. Para encapsular componentes eléctricos y electrónicos ¸ Velas. hoy día ornamentales, solo en la liturgia cristiana ortodoxa sigue siendo obligatorio que la cera de las velas de culto sean de cera de abeja. ¸ Joyería y modelado de escultura: para realizar modelos de piezas, por su maleabilidad, que luego se transforman en pieza única si se forra de un material resistente (arcilla...) y se vierte dentro metal fundido (técnica de la “cera perdida”) o sirve para fabricar un molde. ¸ Otros: en la preparación de tejidos pintados, “batik”; de barnices y pulimentos; en imprenta en la preparación de grabados...
Antonio Gómez Pajuelo, biólogo. Consultor apícola
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