viernes, 16 de diciembre de 2016

HISTORIA DE LA APICULTURA



La historia nos habla de la relación entre abejas y hombres desde que este fue capaz de representar escenas de su vida cotidiana, como por ejemplo en la Cueva de la Araña, en Bicorp (Valencia, España), las cuales fueron realizadas hacia el año 6.000 a.C. aproximadamente, o bien las de las cuevas y refugios de las Montañas Drakensberg (Natal, Sudáfrica), de gran parecido 
unas con otras a pesar de la gran distancia geográfica que las separa.

Al transformarse de cazador nómada en agricultor y pastor sedentario, se proveyó de troncos de árboles, que ya ahuecados de forma natural o bien tras un laborioso trabajo de vaciado, se convertirían en un perfecto sucedáneo de las viviendas originales de las abejas. De poseer algunas colonias aisladas unas de otras a reunirlas y formar con ellas un colmenar o apiario solo había un paso, puesto que así se simplificaba mucho las labores de vigilancia de las mismas para protegerlas de sus enemigos (animales salvajes, otros hombres, etc.), proveerlas de protección contra los elementos naturales (vientos, excesivo calor o frío, incendios, etc.) o simplemente para facilitar la captura de nuevos enjambres para aumentar el número de colonias o reemplazar las que habían muerto o desaparecido por otras causas.
Así pues, dado el salto de recolector a cultivador, comienza una nueva etapa en la historia de la apicultura, con el desarrollo, invención o descubrimiento de nuevas técnicas de manejo, de observaciones sobre la biología de la abeja, y con un aumento de la producción de miel y cera, dos de los productos mas valiosos y apreciados de los elaborados por estos insectos.


Uno de los pueblos de la antigüedad que con mayor detalle nos legaron sus técnicas apícolas fueron los Egipcios. En sus bajorrelieves describen con detalle tanto el tipo de colmena utilizada como la forma de extracción de la miel y los métodos de almacenamiento y conservación de esta. Para dar una idea de la importancia de este producto en la farmacopea de la época, baste decir que de los aproximadamente 900 remedios o fórmulas medicinales que usaban habitualmente, mas de 500 contenían miel entre sus componentes.
Otro de los pueblos que dedicaron más cuidados y estudios sobre la abeja fueron los Griegos. Incluso entre sus vestigios arqueológicos se han encontrado restos de vasijas de cerámica que fueron usadas como habitáculos para las colonias de abejas, siendo prácticamente iguales a las utilizadas hoy en día por algunos apicultores griegos.
También los Romanos tuvieron en gran estima a las abejas y a los productos de la colmena, como reflejaron en sus obras Columela, Plinio el Viejo, Varrón y otros escritores. En esos textos no solo se observa un profundo amor y admiración por las abejas y su mundo, sino que además indican ya un grado de conocimiento sobre enfermedades, manejo e incluso leyes sobre apicultura que son el reflejo del nivel de ese momento.
De la importancia concedida a estos temas también encontramos muestras en los pueblos con un nivel cultural elevado, como por ejemplo los Árabes, Indios, Mayas, etc. Como ejemplo histórico, podemos remitirnos a la Biblia, donde podemos encontrar 68 referencias a las abejas, a los panales y a la miel, donde es muy común la frase "una tierra que mana leche y miel" para significar la prosperidad y la abundancia de alimentos, refiriendose a dos de los mas valorados por los hombres de todos los tiempos.


LA APICULTURA HASTA EL AÑO 1500
Actualmente se encuentran abejas melíferas en todas partes del mundo; exceptuando las regiones polares extremas. Pero esto no siempre fue así. Hasta el siglo XVI sólo se encontraban en el Viejo Mundo, donde se habían desarrollado, y estaban distribuidas al azar, mucho tiempo antes de que aparecieran los seres humanos sobre la tierra. Los hombres primitivos aprendieron la forma de conseguir la miel, robándola de los nidos de las abejas en árboles huecos o grietas en las rocas; aún es dable ver una pintura en una cueva rocosa en las montañas del oeste de España que data de tiempos Mesolíticos, probablemente alrededor de 7.000 A.C., mostrándonos cómo lo hacían (Fig. l). La caza de abejas todavía se lleva a cabo en varias partes del mundo y la miel aún hoy puede ser un alimento capaz de salvar la vida de gente primitiva en tiempos de escasez La apicultura en sí comenzó cuando el hombre aprendió a proteger, cuidar y controlar el futuro de las colonias de abejas que encontró en árboles huecos o en otras partes. Gradualmente se llegó a usar colmenas separadas, sustituyendo la morada natural de las abejas; por razones de conveniencia y de seguridad se fueron reuniendo en apiarios.

La construcción de las colmenas dependía de los materiales que se encontraban a mano en la zona, y de las habilidades de las diferentes comunidades. Es casi seguro que la colmena no tuvo un origen único: se fue imponiendo como un desarrollo inevitable en toda región poblada por abejas melíferas, a medida que el hombre fue progresando desde la caza y recolección de alimentos, a la producción de los mismos y comenzó su existencia con residencia fija. Es probable que en los grandes bosques de Europa, la primer colmena haya sido un árbol caído, en el cual las abejas silvestres formaron su nido. El tronco se separaría del resto del árbol, cortándolo con hacha y azuela, una técnica usada durante la Edad de Piedra.También se hicieron colmenas con corcho y otros tipos de corteza de árbol y más adelante, con tablas gruesas cortadas de troncos de árboles .Los centros de cultura más antiguos se encontraban en el Medio Oriente, en zonas calurosas, secas v abiertas, sin forestación. Allí las primeras colmenas probablemente consistían en vasijas de barro, donde casualmente se acomodaban algunos enjambres. Estas vasijas de barro se fabricaron durante casi todo el período neolítico, posiblemente desde 5.000. A.C, en adelante y los jarros para agua todavía se utilizan como colmenas en algunos países del Mediterráneo (Fig. 3). En el antiguo Egipto y regiones circundantes se usaron colmenas de caños - tubos largos hechos de barro y otros materiales, colocados en forma horizontal y apilados uno junto a otro. En algunas comunidades agrícolas se desarrollaron técnicas para fabricar recipientes de paja o de cerámica y estos canastos también se usaron para cobijar a las abejas. Estos cestos han cambiado poco en el transcurso de los años y los cestos de paja trenzada se hacen hoy día en la misma forma en que se fabricaban hacia el año 5.000 A.C. En realidad, la lezna de hueso , similar a la usada por el sestero mesolítico, se siguió empleando para la fabricación de colmenas de paja destinadas a abejas hasta esta década del 50, en un pequeño valle de Yorkshire en Inglaterra. Más tarde, aparecieron canastos tejidos fabricados con diversos materiales como ser ramitas flexibles de avellano. En Egipto se han encontrado muestras hechas entre 3.000 y 2.000 A.C. Las colmenas de mimbre todavía persisten en algunas partes de Europa . Todas estas colmenas primitivas cumplieron ciertas funciones necesarias: protegían a las abejas y sus panales del viento, la lluvia y de los calores y fríos extremos; sus piqueras eran suficientemente chicas para ser defendidas por las abejas; existía además alguna otra abertura para uso del apicultor cuando quería sacar la miel y la cera, que constituían su cosecha.


Las maderas, corteza de árbol y barro, eran resistentes a la intemperie de por sí y las colmenas de paja y mimbre estaban generalmente protegidas por un techo adicion empastándolas frecuentemente con barro o estiércol. Las colmenas primitivas eran generalmente pequeñas, porque el apicultor quería estimularles a enjambrar para poblar así sus colmenas vacías. La apicultura primitiva apenas si consistía en proveer las colmenas y matar las abejas (por ejemplo sumergiendo la colmena en agua hirviendo) para conseguir miel y cera. Antiguamente en Egipto se usó el humo para expulsar a las abejas de sus colmenas y en los tiempos de los antiguos romanos se solía alimentar a las abejas. En algún momento de la Edad Media, los apicultores inventaron una forma de protección para usarla cuando manejaban a sus colmenas. Hasta el siglo XVI - un siglo importante para la abeja melífera- el calendario del apicultor permaneció prácticamente inamovible; a principios del verano se solía cazar enjambres, que se colocaban en colmenas; a fines del verano el apicultor mataba las abejas en la mayoría de sus colmenas, recortaba los panales y colaba la miel, separándola de la cera; en otoño, si era necesario, les suministraba alimento a las colmenas restantes, a las que invernaba. Se usaba comúnmente azufre encendido para matar a las abejas. Poco se sabía de lo que pasaba dentro de la colmena, ya que no se podía ver lo que sucedía. No se comprendía que el gran "rey" era en realidad una hembra, la madre de las otras abejas en la colmena, ni se comprendía nada de lo referente al sexo de obreras y zánganos y menos aún del apareamiento entre la reina y zánganos. Se ignoraba que las mismas abejas secretaban la cera con la que construían los panales y que sus visitas a flores tenían algo que ver con la formación de semillas y frutos.

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